martes, 3 de junio de 2008

CANTO QUINTO


Luz azul de zafiro y turquesa, verde luz misteriosa de jade, luz violeta de clara amatista, luz de místico ópalo mágico, luz de claras pupilas del cielo, luz de alga, de musgo y de mar.

Luz de triste crepúsculo pálido que en las livianas tardes de invierno, en la tersa luz de los lagos va cayendo cual fúnebre manto.

Luz de fuego hechizado que danza al compás de macabro aquelarre, luz que tiene destellos siniestros de maligna pupila de gato, luz de azufre diabólico que arde con fulgores cárdenos rayos, luz de eléctricas llamas que saltan en las puntas de mástiles náufragos, luz en que arden las ansias secretas de las almas en pena que salen con llamas de los fuegos fatuos, luz de errantes espectros que vagan por las noches de cierzo invernal.

Es la luz fatal que fosforesce en los ojos de la danzarina cuya aguda mirada se clava magnética y fría, en la pálida faz del sultán, mientras cae de su cuerpo el quinto velo, como cae la neblina en el lago en las lívidas tardes de invierno, cual fúnebre manto . . .

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