jueves, 11 de mayo de 2017

EL FIN DEL MUNDO



Unos dicen que el mundo terminará en fuego, otros dicen que en hielo.
Por lo que he gustado del deseo, estoy con los partidarios del fuego.
Pero si tuviera que sucumbir dos veces, creo saber bastante acerca del odio como para decir que en la destrucción el hielo también es poderoso.
Y eso bastaría.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL ABANICO



El pobre abanico
quedó en el baúl,
junto al miriñaque
y la cofia de tul.

En traje de seda
con flores de azahar
—pintadas a mano—
ya no va a pasear.

Nadie lo recuerda...
Todos tienen prisa...
Ninguno le pide
su baile de brisa.

La gente prefiere,
al ventilador
o a su rico nieto,
acondicionador.

Por eso, en las noches
tibias como mantas,
busco al abanico
y le digo: —¡Me encantas!

Y él, regalando
su frágil aliento,
vuelve a ser —dichoso—
danzarín del viento.

sábado, 5 de noviembre de 2016

HOJA DE LAUREL



Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con que el primer ensayo se perdona.

Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente,
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena.

Guárdala y de la ausencia en el quebranto,
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.


viernes, 14 de octubre de 2016

LA BLANCA ESPUMA




Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.

Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul.

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento,
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!



sábado, 24 de septiembre de 2016

LA ABEJA Y LOS ZANGANOS



A tratar de un gravísimo negocio 
se juntaron los zánganos un día.

Cada cual varios medios discurrían 
para disimular su inútil ocio;
y, por librarse de tan fea nota
a vista de los otros animales,
aun el más perezoso y más idiota
quería, bien o mal, hacer panales.

Mas como el trabajar les era duro, 
y el enjambre inexperto
no estaba muy seguro
de rematar la empresa con acierto,
intentaron salir de aquel apuro
con acudir a una colmena vieja,
y sacar el cadáver de una abeja
muy hábil en su tiempo y laboriosa;
hacerla, con la pompa más honrosa,
unas grandes exequias funerales,
y susurrar elogios inmortales
de lo ingeniosa que era
en labrar dulce miel y blanda cera.


Con esto se alababan tan ufanos, 
que una abeja les dijo por despique: 
«¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos, 
jamás equivaldrá vuestro zumbido
a una gota de miel que yo fabrique».

jueves, 22 de septiembre de 2016

EL MAR SALVAJE



El mar traía un eco
lleno de palabras
que el soplido del viento traducía.

Decía ser de Cantabria, de Venecia
y del Medio Oriente.

Traía música de violines.

Traía joyas del Oriente.

El eco lo pregonaba el mar abierto.

Tú eras el eco
que cabalgaba entre las crispadas olas.

Traías un sabor salobre
que consumían mis besos.

¡Mar salvaje!, ¡bello mar!
Que robaste mi pecho,
dejándome exhausto.

Salvaje, amor, salobre.


sábado, 10 de septiembre de 2016

TREINTA AÑOS



¡Treinta años! ¿Quién me diría
que tuviese al cabo de ellos,
si no blancos mis cabellos
el alma apagada y fría?

Un día tras otro día
mi existencia han consumido,
y hoy asombrado, aturdido,
mi memoria se derrama
por el ancho panorama
de los años que he vivido.
Y aparecen ante mí
fugitivas y ligeras,
las venturosas quimeras
que desvanecerse vi:
la inocencia que perdí
y aquel vago sentimiento
que animó mi pensamiento
cuando eran mis alegrías
las mágicas armonías
del mar, del bosque y del viento.
Han sido para mi daño
en la vida que disfruto,
un siglo cada minuto,
una eternidad cada año.

El dolor y el desengaño
forman parte de mí mismo,
y el torpe materialismo
de esta edad indiferente,
cubre de sombras mi frente
y abre a mis pies un abismo.

Sacude el mar su melena
de crespas olas, rugiendo,
y con pavoroso estruendo
los aires asordan y llena.

Pero una playa de arena,
su audaz cólera contiene…
¡Ay! ¿Quién habrá que refrene
el tormentoso océano
que en el pensamiento humano
ni fondo ni orillas tiene?
¡La razón!… Tanto se encumbra
tan locamente camina,
que ya no es luz que ilumina
sino hoguera que deslumbra.

Al horror nos acostumbra,
siembra de ruinas el suelo,
y en su inextinguible anhelo
alzase hasta Dios atea
con la sacrílega idea
de derribarle del cielo.
He visto tronos volcados,
instituciones caídas,
y tras recias sacudidas
pueblos y reyes cansados.

Propios y ajenos cuidados
muévanme continua guerra,
y mi espíritu se aterra
cuando, perdida la calma,
siento rugir en el alma
la tempestad de la tierra.
Cuando pienso en lo que fui,
hondas heridas renuevo,
y me parece que llevo
la muerte dentro de mí.

No veo lo que antes vi,
no siento lo que he sentido,
no responde ni un latido
del corazón si a él acudo,
llamo al cielo y está mudo,
busco mi fe y la he perdido.
Infeliz generación
que vas, con loco ardimiento,
nutriendo tu entendimiento
a expensas del corazón,
dime, ¿no es cierto que son
vivas tus penas y ardientes?

¿No es verdad que te arrepientes,
presa de terrores graves,
de los misterios que sabes
y de las dudas que sientes?
¡Yo sí! Feliz si lograra,
después de mis desengaños,
lanzar hacia atrás los años
que el destino me depara.

Pero ¡ay! el tiempo no para
ni tuerce su curso el río,
ni vuelve al nido vacío
el ave muerta en la selva,
¡ni quiere el cielo que vuelva
la esperanza al pecho mío!