sábado, 24 de septiembre de 2016

LA ABEJA Y LOS ZANGANOS



A tratar de un gravísimo negocio 
se juntaron los zánganos un día.

Cada cual varios medios discurrían 
para disimular su inútil ocio;
y, por librarse de tan fea nota
a vista de los otros animales,
aun el más perezoso y más idiota
quería, bien o mal, hacer panales.

Mas como el trabajar les era duro, 
y el enjambre inexperto
no estaba muy seguro
de rematar la empresa con acierto,
intentaron salir de aquel apuro
con acudir a una colmena vieja,
y sacar el cadáver de una abeja
muy hábil en su tiempo y laboriosa;
hacerla, con la pompa más honrosa,
unas grandes exequias funerales,
y susurrar elogios inmortales
de lo ingeniosa que era
en labrar dulce miel y blanda cera.


Con esto se alababan tan ufanos, 
que una abeja les dijo por despique: 
«¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos, 
jamás equivaldrá vuestro zumbido
a una gota de miel que yo fabrique».

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