jueves, 25 de febrero de 2016

A UNA ROSA AMARILLA



De amarillo, vestida ha madrugado
con presunción de sol la rosa bella,
siendo sólo una luz, dorada huella
del matutino pie de astro nevado.

Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella;
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
la que golfo de luz inundó al prado.

¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pagué eclipsado, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;


y escarmiente la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.

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