sábado, 19 de noviembre de 2016

EL ABANICO



El pobre abanico
quedó en el baúl,
junto al miriñaque
y la cofia de tul.

En traje de seda
con flores de azahar
—pintadas a mano—
ya no va a pasear.

Nadie lo recuerda...
Todos tienen prisa...
Ninguno le pide
su baile de brisa.

La gente prefiere,
al ventilador
o a su rico nieto,
acondicionador.

Por eso, en las noches
tibias como mantas,
busco al abanico
y le digo: —¡Me encantas!

Y él, regalando
su frágil aliento,
vuelve a ser —dichoso—
danzarín del viento.

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