( SIETE POEMAS EN PROSA RÍTMICA COMPUESTA POR SIETE CANTOS)
PRIMER CANTO
El sultán está en su trono, en su trono de diamantes que si viera el altivo Sha de Irán. La sala de mosaicos desfallece bajo el velo de una luz crepuscular que deslíe los contornos de las cosas embrujadas en el mágico letargo de la voluptuosidad.
Las mujeres tocan arpas, liras y cítaras y a compás tejen sus dedos una trémula cadencia gemidora y pasional, mientras rítmicos y lentos van los crótalos marcando los vaivenes voluptuosos de la música oriental.
Las huríes se aletargan en los blandos almohadones, con los senos palpitantes, los cabellos destrenzados, los labios entreabiertos y los párpados cerrados.
Del broncíneo pebetero las volutas ondulantes se retuercen como cuerpos entregados al placer.
Mas de pronto, desde el fondo penumbroso de la sala, surge lenta, como ala que se entrega toda al viento, una pálida doncella. Se diría visión mágica de un cuento. Lleva en alto los dos brazos de contornos admirables, hacia arriba las dos manos largas y ondulando su cadera, va avanzando, va avanzando hacia el trono del sultán. Se diría que sus plantas no se posan en la tersa desnudez de los mosaicos, se diría que es de un sueño la visión alada y leve. Va entre velos toda envuelta, gira lenta, gira lenta, lentamente y al girar, sólo un velo se desprende, sólo un velo que en el viento flota igual que la mágica voluta que del rico pebetero va subiendo en espiral.
Con los ojos entornados la contempla el gran sultán . . .
Las mujeres tocan arpas, liras y cítaras y a compás tejen sus dedos una trémula cadencia gemidora y pasional, mientras rítmicos y lentos van los crótalos marcando los vaivenes voluptuosos de la música oriental.
Las huríes se aletargan en los blandos almohadones, con los senos palpitantes, los cabellos destrenzados, los labios entreabiertos y los párpados cerrados.
Del broncíneo pebetero las volutas ondulantes se retuercen como cuerpos entregados al placer.
Mas de pronto, desde el fondo penumbroso de la sala, surge lenta, como ala que se entrega toda al viento, una pálida doncella. Se diría visión mágica de un cuento. Lleva en alto los dos brazos de contornos admirables, hacia arriba las dos manos largas y ondulando su cadera, va avanzando, va avanzando hacia el trono del sultán. Se diría que sus plantas no se posan en la tersa desnudez de los mosaicos, se diría que es de un sueño la visión alada y leve. Va entre velos toda envuelta, gira lenta, gira lenta, lentamente y al girar, sólo un velo se desprende, sólo un velo que en el viento flota igual que la mágica voluta que del rico pebetero va subiendo en espiral.
Con los ojos entornados la contempla el gran sultán . . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario