Es mi
abuelo un apuesto caballero
que
luce con orgullo setenta abriles,
decidor,
berrinchudo y embustero
en
medio de sus gracias ya seniles.
Una
noche, a las diez como otras ciento
acostase
en mi cama mi abuelo,
y
después de toser con tanto duelo
le
dije con amor, cuéntame un cuento.
Acojo
la ocasión y me hizo una historia
no
muy cierta, en verdad pero oportuna,
y
aguzando un poquito mi memoria
de
las fábulas que sé, me contó una.
Me
dijo de una avecilla que en un día
desobediente
al paternal mandato,
se
salió del nido en que vivía
y en
dos por tres, que se la come un gato.
Para
concluir me dijo que prudente
su
voz y su consejo fiel oyera,
para
que a mí jamás me sucediera
lo
que al pájaro aquel, desobediente.
Tras
un suspiro tierno y prolongado
que
le hizo suponerme conmovido,
le
dije falsamente apresurado
¿Porqué
se habrá ausentado de su nido?
Y
después agregó, ¿Te cuento otro cuento?
¿Quieres
que te lo cuente? Y obtenida
la
venia necesaria en el momento
me relató
la historia prometida.
Era
un pichón me dijo, que un día
obediente
a mamá se quedó en casa,
porque
el pichón aquel, ya se sabía
lo
que al desobediente siempre le pasa.
Mas
tienes tu que allá en el cajoncito
un
gatote se metió de repente
almorzándose
al pobre pichoncito
por
tonto, por chambón, por obediente.
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