Un templo para mi madre. Ella y yo lo edificamos. Si acaso, no lo
han visto mi cerebro ya lo reconoció, y de rodillas se postró.
Un templo para mi madre. Donde no necesite cruzar ríos, ni
océanos, ni follajes interminables. Solo hay que dejarse llevar por la
inconfundible melodía que emana de nuestro ser.
Un templo para mi madre Eterno, seguro, abrigado, pensante y a
veces precipitado. En el que ¡Mamá! es el mantra transformador que retumba en
las paredes de su corazón y el mío.
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