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En la floresta de festivos coros
cual ángelus melódico en la tarde
donde cantara Ramón López de Velarde
al "relámpago verde de los loros"
Miro confines cual cetrinos foros
donde el crepúsculo parece que arde,
siempre serán arcones donde guarde
el vuelo de los verdes loros.
Su glauca plumazón es fronda y gala
que circunda el sol resplandeciente
con la vespertina luz, su lumbre exhala
y sobre el claro espejo de la fuente
un relámpago de luz verde resbala
mientras el día muere en occidente.
Orar no sé, mi voz está vacía
de hinojos ante el sacro munomento
contemplo con mí espíritu irredento
la luz que alumbra tu eterna agonía.
Mi alma agita la idea tan sombría
de la guerra que mata el pensamiento
el amor, el más dulce sentimiento
donde también muere la alegría.
Mientras reine la voz tirana y fuerte
irá cual sombra gris sobre la tierra
el paso sigiloso de la muerte.
Orar no sé, pero mi voz se aferra
ante la cruz y tu silueta inerte
para en silencio maldecir la guerra.
Escucho a todo el mundo: Yo estoy solo
invocando la paz para la tierra,
y viendo como indiferente cierra
sus oídos el hombre, polo a polo.
Pero mi voz que no se escucha inmolo
por la paz, ante el rostro de la guerra
fantasma del dolor, perverso yerra
como yerra sin bridas, libre Eolo.
Hermano, el odio y el rencor olvida
conviviendo feliz con tus hermanos
que a amarnos en la tierra Dios convida.
Hermano, ser feliz está en tus manos
"SI QUIERES LA PAZ, DEFIENDE LA VIDA"
porque vivir en paz, será de humanos.
Yo quiero de rodillas, humillado
juntar tu herida con la herida mía
y decirte que el mundo en su agonía
igual que Tú, también se ha desgarrado.
Hace veinte siglos sentenciado
a morir en la cruz tu fuiste un día,
porque el hombre que no te conocía
aún vive al crimen aferrado.
Al mundo, el hombre la concordia niega,
y va matando sobre el polvo inmundo,
al inocente que la vida entrega
cuando en la paz, pudiera ser fecundo
en la forja de un mundo que hoy se ciega
en vivir, viviendo moribundo.
No debo ni un centavo a mi casero
y moleto me pide que le deje
su caserón donde la arañ teje,
las redes donde cuelga mi sombrero.
No me respeta y soy un caballero
tan luego del coraje me despoje
sin que nadie me diga o me aconseje
lo llevaré ante el Juez o ante el barbero.
Su casa, de palacio nada tiene
y soy en ella rentador y criado
pero el bruto caser no previene
que me esmero en tratarlo con agrado
y mi voz angustiada ancha le viene,
dejándome todito atlondrado.
Feliz llegó y entró por todas partes
nueva amistad, sincera, presentida
viviendo fuerza y respirando vida,
abriendo del espíritu baluartes.
Llegan sus dones, cual las bellas artes
con su estrofa de voces consabida,
con ella habrá en la tierra florecida
ecos de fe, naciendo en todas partes.
Te brindo el agua que besó la luna
cual dan las flores a la abeja mieles,
como al viajero se le brinda abrigo.
Te doy mi amistad, que es mi fortuna,
y es más que el oro, palama y laureles
que solo tengo en mi mano, que es de amigo.
En el huerto preñado de verdura
crece el mango y en su fronda canta
el ave que en su trémula garganta
un tropel de armonías apresura.
Tu primicia de almíbar la frescura
en verano acaricia mi garganta,
a mi agobio le das tu sombra santa
cuandoel fruto en la rama se madura.
Quiero encontrar bajo la sombra tuya
el verso que dispare mi saeta
hacia los huertos que Cenobio arrulla,
donde el ave, gentil anacoreta
canta feliz, mientras la fiera aulla
y presto encuentra, su numen el poeta.
Incendio de amarillos girasoles
es la calandria en místico boscaje,
cual áura concertista en el follaje
musita sus románticos bemoles.
Doradas hebras de errabundos soles
tornasolan su pálido plumaje,
cual mantilla ambarina hecha de encajes
ornando isbelinos girasoles.
Muere la tarde en pálida agonía,
la calandria gentil desde su nido
adiós le dice en suave sinfonía,
y en la tarde de todo agradecido
aun presiento en el alma mía
el dulce canto que jamás olvido.
Es tan fea la piedra, tan inerte...
mirarla, en mí carece de sentido,
cuerpo insensible y descolorido
quien la mira rodar, así lo advierte.
Mi amigo acuarelista que por suerte
me escuchaba con semblante ofendido,
dijo: No vive el tiempo consumido
tu irreverencia ante la roca inerte.
Es más dura tu alma sin nobleza
que la piel insensible de la roca
porque así la creó la naturaleza.
Y es mejor que tu calles esa boca
porque limpia encuentro la belleza
hasta en la humilde y despreciada roca.
