A mi estancia de amor iluminada
llegó abril con su gentil presencia,
y un perfume de grata adolescencia
viene en la tarde, rubia y encarnada.
Llega la luz cual reina destrenzada
y la alegría con sutil esencia
nutre el alma de noble transparencia,
que hace vibrar mi voz petrificada.
Las voces de abril que le cantan al viento
en el jardín de la eterna primavera,
donde canta el río cristalino y lento.
Jovialidad en el ambiente impera
y el crepúsculo en diáfano momento,
es antorcha, en el cielo prisionera.
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