Mañanita,
mañanita, mañanita de San Simón,
estaba
una señorita, sentadita en su balcón,
arreglada
y bien compuesta con un poco de primor.
Al
pasar el caballero, hijo del emperador,
con
la bandurria en la mano, esta canción le cantó:
«Dormiré
contigo, Luna; dormiré contigo, Sol.»
La
joven le contestó: «Venga usted una noche o dos;
mi
marido esta cazando en los montes de León.»
Para
que no vuelva más le echaré una maldición:
«Cuervos
le saquen los ojos, águilas el corazón,
y
los perros con que él caza lo saquen en procesión».
Al
decir estas palabras el caballero llegó. «Ábreme la puerta,
Luna,
ábreme la puerta, Sol,
que
traigo un león vivo, de los montes de León.»
Va
Luna a abrirle la puerta, mudadita de color.
«¡O
tú tienes calentura o tú tienes nuevo amor!»
«Yo
no traigo calentura, ni tampoco nuevo amor;
¡se
me han perdido las llaves de tu rico comedor!»
«Un
platero tengo en Francia y otro tengo en Aragón.
Fue
a abrazar a su señora y el caballo relinchó.
¿De
quién es ese caballo que en mi cuadra siento yo?»
«Ese
es tuyo, dueño mío, mi padre te lo mandó,
pa'
que vayas a cazar a los montes de León.»
«Mil
gracias dale a tu padre que caballo tengo yo;
cuando
yo no lo tenía nunca me lo regaló.
¿De
quién es ese sombrero que en mi percha veo yo?»
«Ese
es tuyo, esposo mío, mi padre te lo mandó,
pa'
que vayas a la boda de mi hermana la mayor.»
«Muy
feliz sea tu hermana, que sombrero tengo yo,
cuando
yo no lo tenía nunca me lo regaló.
¿De
quién es esa escopeta que en mi rincón veo yo?»
«Esa
es tuya, amado mío, mi padre te la mandó,
pa'
que fueras a cazar a los montes de León.»
-Mil
gracias dale a tu padre, que escopeta tengo yo;
cuando
yo no la tenía nunca me la regaló.»
El
joven ya con sospechas, a la cama se acercó.
«¿Quién
es este caballero, que en mi cama veo yo?»
«¡Mátame,
marido mío, que te he jugado traición!»
Él
la cogió por un brazo y al suegro se la llevó.
«Téngala
usted, suegro mío, que me ha jugado traición.»
«Llévatela,
yerno mío, que la Iglesia te la dio.»
Él
con ira la amenaza y al campo se la llevó.
Le
ha dado una puñalada que el corazón le enfrió.
A
la una murió ella, a las dos murió su amor,
y
el otro como tunante en la cama se quedó.