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Tú cantaste al anhelo más humano,
la paz que siempre predicara Cristo
concordia ansiada que jamás he visto
donde se mata hermano contra hermano.
Tu voz en este mundo no fue en vano
si también como otros seres yo existo
implorando de hinojos ante Cristo
que hunda el carro de marte en el arcano.
Que no mueran hermanos cada día
y no aullen los lebreles de la guerra
y en el orbe que sangra, haya alegría.
Que los hombres detengan ya la guerra
donde mueren los hermanos cada día
y haya paz en los pueblos de la tierra.
Los senderos del verso voy siguiendo
y en el raudo fulgor de su carrera
como el buen arquitecto que se esmera
cimientos nuevos yo le voy poniendo.
Y con mi propia voz, la voy vistiendo
de mis versos, como agua que quisiera
ungir los prismas que mi voz primera
con esferas de luz, voy construyendo.
Mejestuosa en la tarde se levanta
en tanto mi pensamiento se desboca
sobre la hora gentil que se adelanta.
Y vibra la palabra, ya en mi boca
con la voz que florece en mi garganta
convirtiendo en poesía lo que evoca.
Es difícil forjar así un soneto
pero Estela me dice: quiero verlo,
fórjalo frente a mí, para creerlo,
y así a contar las sílabas me meto.
Catorce versos es su peso neto
y el ritmo tampoco hay que perderlo,
el acento, presente hay que tenerlo
en el viaje, a lo largo del soneto.
Sin quejas que allanen el camino
y rarezas que lo hacen mas cansado,
me llevan al final que ya adivino.
Gotas gordas parece que he sudado
por llevar esta empresa a su destino
pero al fin, el soneto he terminado.
Por el pueblo que sufre, se desvela
y decide su lucha en un instante;
silenciosa, con plácido semblante
del adversario, tácticas revela.
Los cuerpos de Villa y Gaspar Vela
con voz callada y piedad amante,
después de la batalla delirante
sufrió con bondad la Coronela.
Así, en el desierto demostraba
su gran valor y franca rebeldía
contra el mal que la patyria confrnotaba.
Fue la suerte del pueblo cada día
errante voz que a ella preocupaba,
y que pronto en libertad se convertía.
En la cuerdas y en la vara florida
de tu violín que a mi espíritu asombra,
cobra vida cual rosas en la alfombra
una bella música en la noche esclarecida.
Tu concierto a soñar hoy me convida,
lo escucho entre la luz o entre la sombra,
donde el geniode Bonn, también te nombra
intérprete coloso de su vida.
"Alegro molto" y "Tempo de Minueto"
de la "Sonata en Sol" que reverbera
en tu violín cual sol, viajero inquieto.
Si natura atavía la pradera,
revive tú, del arte el gran secreto
con Beethoven y su áurea "Primavera"
El diálogo por la paz que tanto espera
donde pueden florecer las primaveras
en campo donde metrallas traicioneras
matan con saña, con pasión artera.
El diálogo por la paz que yo quisiera
que germine en amor cual verdes eras
en ciudades, poblados y praderas
y con los humanos, augurios floreciera.
El diálogo por la paz que sin herida
bendiga con amor aquella mano
que tiende cual regalo ofrecida.
El diálogo por la paz como sol lejano
restañe por piedad la abierta herida
y que el hombre sea siempre más humano.
Viene la luz y el amor desencadena
en la vida, donde amante se derrama,
dulces cantos el pájaro en la rama
y lanza al viento cual eco que resuena.
Canto a la luz mi voz clara y serena
porque la luz, es luz que me reclama
a oír el vasto mar que ufano brama
mientras rueda su voz sobre la arena.
Canto a la luz que generosa enciende
pebeteros de amor en noche oscura
y el opaco vidrio así desprende.
Canto a la luz de regia vestidura
que amorosamente en el mundo se desprende
porque es la voz de amor, que amor murmura.
Escuchando la quinta sinfonía
de la vieja Alemania me ha llegado
el recuerdo del arpegio descifrado,
en la belleza de esta melodía.
Y estas notas que son luz y ambrosía
hienden el aire en beso inmaculado,
que al romper el silencio congelado
desgranan en mi estancia la alegría.
Oh, Beethoven, loarte yo quisiera
pero mis versos se los lleva el viento,
y mi humilde voz ahoga la quimera.
Oh Beethoven, mi espíritu irredento,
en la voz de tu música quisiera
beber la luz del alto firmamento.
Donde ayer todo mi pueblo dormía
tu voz escucho en silencio y mudo
al niño de mi pueblo que hoy saludo
como si fuera yo infante todavía.
Eres niño, la brújula que guía
en medio del día, hóstil y rudo
la esperanza de mi pueblo, eres escudo
con esta fe que me alienta todavía.
Tienes enhelos, paz y ternura,
el noble ideal que te dará la gloria
al amanecer donde la luz ya se apresura.
Tu imagen positiva en mi memoria
guardara con amor y con ternura,
porque sé que tu anhelos es la victoria.
Por la gracia de Dios, hoy nuestras vidas
habrán de unirse en cántico nupcial
como la luz se une al glauco rosal,
de rojas rosas, al cristal prendidas.
Las aves en tu estancia sorprendidas
dan sus voces, desbordando en caudal,
y se asoman en su danza al ventanal
donde las luces del amor, son encendidas.
Luces de amor que llegan y se encienden
al resonar del mar, como un latido,
del cielo en espirales hoy descienden.
Canta el amor en el verdor perdido
cuando sus voces el edén escienden
como río, entre los huertos extendido.
Flor deliciosa en la memoria mía,
ven a mí, triste laúd a coronar
y volverán las trovas un día
en sus ecos, tal vez a resonar.
Mezcla tu aroma a mis cansadas cuerdas;
y yo sobre ti no inclinaré mi sien,
de miedo, pura flor, y que entonces no pierdas
tu tesoro de olores y tu bien.
Yo sin embargo coronaré mi frente
con tu gala en las tardes de abril,
y te buscaré a orillas de la fuente,
porque te adoro tímida y gentil
ya que eres meláncolica y estás perdida
y siempre te llevare toda mi vida.
Sobre los mares con la vela henchida
navega el buque que del viento exhala
ronco gémido que en la noche cala,
en tanto se oye palpitar la vida.
Boga la nave cual pegaso embrida
que lentamente sobre el mar resbala,
buscando el puerto, estribo de su escala
donde atracar el alma sorprendida.
Ha vuelto a tierra el navengante
que al huracán oceánico resiste
como la sed, resiste el caminante.
Al parto de los mares, siempre asiste,
soporta la borrasca, el sol quemante
con el recio valor que lo reviste.
Cielo azul, tarde serena,
auras cargadas de aromas,
el sol dorando las lomas,
el mar besando la arena.
Las viajeras golondrinas
en los naranjos floridos,
mucha música en los nidos,
mucho verde en las colinas.
Las cadencias que derrama
en sus gemidos la onda,
los rumores de la fronda
los susurros de la rama,
los soplos primaverales
de las tardes tropicales.
Pura y encendida está la rosa,
que émula de la llama
que sale con el día,
¿Como naces tan llena de alegría?
¿Como sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y ni valdrán las puntas de tu rama,
ni tu púrpura hermosa, a detener un punto.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente
yo temo amortiguado
para la hojas de tu crespo seno
como la imagen tuya, peregrina
donde se baña en tu color la sangre tan divina.
Se confunden en mí los pensamientos
sin hallar mi cerebro agradecido,
el más puro, dulce y bendecido
para darte con él, mis sentimientos.
Maestro que en mis cándidos momentos
con ese amor de tu alma desprendido,
diste luz al camino oscurecido
donde mis voces, del pueblo son fragmentos.
Tu sacro magisterio, sol y llama,
es la ciencia que llega al infinito
donde la voz del pueblo te reclama
y en los perfiles de la vida un grito
aun con ansia de tu fuente llama
para tomar en ella el pan bendito.
La voz de Octavio Paz, es voz que entiendo
porque fluye en su verso sangre nueva,
mensaje universal su verbo lleva
y rutas de verdad va construyendo.
Mi espíritu de nuevo fuego enciendo,
cuando escucho su voz, que voz me lleva
al cerebro que lúcido se eleva
a un galáctico mundo que comprendo.
En su verso cual flor se desprende,
fecundando mi sed, mi pensamiento
que al fondo de mi espíritu desciende.
Es en la oscuridad sonoro acento
que en chispazos de sol siempre trasciende
embiagando de luz mi pensamiento.
Se fueron las caricias del estío,
las auríferas mieses otoñales,
sólo miro a través de los cristales
las rosas flageladas por el frío.
Te fuiste tú, sin ti sólo hay hastío
y mustias floraciones invernales,
no cantan su canción los manantiales
y ya se ha muerto de nostalgia el río.
No hay fragancia de nardo y yerbabuena,
sólo el cierzo invernal de la mañana
ruge en el prado que murió de pena.
Y apoyando mi frente en la ventana,
añoro tu sonrisa tan serena
mientra llora de pena la mañana.
